Facebook

domingo, 25 de agosto de 2013

La teoría de las ventanas rotas



En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimpardo (*) realizó un experimento de 

psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y 

hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en 

Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. 

Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas 

en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio. 

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, 

el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En 

cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto. 

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, tema en el que coinciden las posiciones ideológicas más 

conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí. 

Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana 

impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se 

desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al 

mismo estado que el del barrio pobre. 

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar 

todo un proceso delictivo? 

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las 

relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, 

de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de 

reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que 

la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional. 

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la 'teoría de las ventanas 

rotas', misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde 

el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores. 

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. 

Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará 

el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o 

pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos 

cada vez más graves. Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de 

la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la 

gente son progresivamente ocupados por los delincuentes. 

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro 

de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir 

las pequeñas transgresiones: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el 

público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes. 

Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro. 

Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas 

rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de "tolerancia cero". La estrategia consistía en 

crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de 

convivencia urbana. 

El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva 

York. 

La expresión 'tolerancia cero' suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto 

principal es más bien la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad. 

No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la policía. De hecho, debe también aplicarse 

la tolerancia cero respecto de los abusos de autoridad.

No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo. 

Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la 

convivencia social humana, como la que no tenemos ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario